Mis años de escuela media fueron en su mayoría sin amigos. Es seguro decir que durante el primer año más o menos, tampoco tuve amigos en la escuela secundaria. Así que, cuando empecé a recibir gente hacia el final de mi segundo año de secundaria, mis padres estaban emocionados por mí, y definitivamente un poco aliviados. Estaban tan felices como yo de verme encontrar mi lugar.
Mi grupo de amigos era un equipo abigarrado, ya que todos habíamos sido inadaptados. Pero encontramos un lugar el uno con el otro y pasamos los viernes por la noche chismeando y bebiendo refrescos en mi sótano.
Obtuve mi licencia de conducir el verano antes de mi tercer año. Después de eso, fui residente a tiempo parcial en mi propia casa. Si tuviera una noche libre, la pasaría de compras con las chicas o jugando videojuegos con los chicos. Si tuviera amigos, desapareceríamos abajo. A mis padres no parecía importarles.
Más tarde en el año, sin embargo, sentí que perdía el contacto con ellos.
Las noticias familiares parecían pasarme por alto. No escuchaba hablar de cosas tan pequeñas como el corte de pelo de mi madre o tan grandes como la cirugía de mi abuela hasta que ya habían ocurrido.
Siente frustrado y un poco despechada, recuerdo ajuste a mis padres, «¿por Qué no usted nunca me dicen nada?»A lo que respondieron:» ¡Es porque nunca estás cerca!»
No me distancié porque los amaba o valoraba menos. En retrospectiva, fue porque tenía miedo. Durante mi primer año de secundaria, me di cuenta de que era gay. Fue una época difícil y confusa.
Explicar mis sentimientos a mis padres era una tarea demasiado grande para mí en ese momento.
Sin embargo, todos mis amigos eran de alguna manera LGBT. Pudieron empatizar conmigo y mantenerse firmes mientras me descubría a mí mismo. En cierto modo, sirvieron como una familia durante ese tiempo. Nunca fueron un reemplazo para mis padres o mi hermana menor. En cambio, complementaron el amor de mi familia y me apoyaron de una manera diferente, especialmente antes de que se lo dijera a mi familia.
Ahora, me encuentro sin mi familia y amigos en mi primer año de universidad. Sus fotos cuelgan sobre la cama de mi dormitorio, y no pasa un solo día que no piense en ellas. Florecí por todos ellos. Encontré confianza gracias a ellos. Ambas son mis familias, ya sea por nacimiento o por elección.