Pie diabético

Una diabetes que no controlada es aquella en la que los niveles de glucosa en sangre se mantienen elevados pese al tratamiento o a causa del incumplimiento del mismo. Y ello supone un alto riesgo de complicaciones, entre las que destaca la posibilidad de que aparezca lo que se denomina un pie diabético y que es una de las principales causas de la amputación de extremidades inferiores.

Esta situación genera con el paso del tiempo un daño irreversible en los vasos sanguíneos (enfermedad vascular periférica) e incluso en los nervios (neuropatía periférica). Lo síntomas más frecuentes son los siguientes:

  • Dolor.
  • Pérdida de sensibilidad.
  • Hinchazón.
  • Sensación de hormigueo o quemazón.

La pérdida de sensibilidad favorece que no se perciban heridas, ampollas o llagas que puedan producirse y que, por otra parte, resulte difícil su curación, lo que supone un elevado riesgo de infección, aparición de ulceraciones e incluso de un proceso gangrenoso que requiera la amputación del pie.

pie diabético

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Prevención del pie diabético

Obviamente, la mejor manera de prevenir el pie diabético es mantener los niveles de glucosa en sangre en los límites de normalidad, Para ello hay tres factores esenciales:

  • Cumplir adecuadamente el tratamiento prescrito por el médico (medicamentos, dieta y ejercicio físico).
  • Controlar diariamente los niveles de glucosa (el médico le prescribirá el correspondiente aparato para realizar las mediciones mediante el uso de tiras reactivas).
  • Acudir periódicamente a la consulta de su médico para que revise las cifras de estas mediciones y valore la necesidad de un cambio de tratamiento en el caso de que se mantengan elevadas. La detección precoz de los pies con riesgo de convertirse en diabéticos y el consecuente tratamiento inmediato evitará el 50% de las amputaciones.

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  • Lavar los pies a diario.
  • Se debe revisar diariamente los pies para detectar cualquier herida, llaga o ampolla y proceder a su cura inmediata.
  • Hidratar adecuadamente la piel de los pies con una crema.
  • Acudir regularmente al podólogo para limar las callosidades y cortar las uñas en caso de que uno no sea capaz de hacerlo.
  • Utilizar zapatos y calcetines, continuamente, evitando sandalias, chanclas o calzado sin calcetines.
  • Masajear los pies de forma regular para favorecer la circulación sanguínea.

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