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Caso 1

Un hombre de 62 años de edad y con buena salud previa fue observado una hora después de la aparición abrupta de dolor y vómitos en la fosa ilíaca izquierda. Estaba afebril, normotenso y en ritmo sinusal, y la única anormalidad en el examen era un área de sensibilidad en el cuadrante inferior izquierdo del abdomen. El análisis de orina, el hemograma, la amilasa sérica y las pruebas de la función renal y hepática fueron todos normales. Una radiografía de tórax mostró cardiomegalia limítrofe; la radiografía abdominal no fue notable. El dolor mejoró con opioides y fue dado de alta en casa. Regresó una semana después, preocupado por una molestia abdominal aburrida e implacable. Esta vez tenía sensibilidad epigástrica y estaba en fibrilación auricular. El electrocardiograma también mostró retraso en la conducción intraventricular limítrofe y anomalías de repolarización inespecíficas. Se examinó el trazado cardiaco previo en busca de signos de preexcitación ventricular, pero no se encontró ninguno. (Las muestras de sangre tomadas en este momento revelaron posteriormente pruebas de proteína C reactiva y dímero D superiores a lo normal, amilasa sérica normal y pruebas de función renal.) Se sospechó un absceso intraabdominal y se organizó una tomografía computarizada, pero tuvo un paro cardíaco repentino del que no pudo ser reanimado.

La necropsia reveló un infarto extenso del riñón izquierdo, cuya arteria estaba completamente ocluida por un émbolo. Desde su aparición, se consideró que el infarto había ocurrido varios días antes de la muerte. El corazón estaba muy agrandado; el ventrículo izquierdo en particular estaba severamente hipertrofiado. Las válvulas cardíacas estaban normales y no se encontró trombo intracardiaco. Cortes miocárdicos seriados no revelaron evidencia de cambios isquémicos agudos o antiguos, y las arterias coronarias solo eran ligeramente ateroscleróticas. A pesar de una búsqueda diligente que incluyó otros órganos abdominales y el cerebro, no hubo evidencia de embolia en otros lugares. La muerte se atribuyó a una arritmia letal que había surgido de una enfermedad cardíaca estructural no reconocida previamente.

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