Ser una persona educada en el siglo XXI requiere, como mínimo, estar informado, es decir, requiere tener una amplia base de conocimientos en varias áreas temáticas tradicionales, incluidas matemáticas, biología, química, historia, geografía, literatura y arte. En un mundo cada vez más «plano», también implica conocer otras culturas y sociedades, las formas en que las decisiones y las formas de vida de los miembros de una cultura o sociedad pueden afectar a las de otra, y cómo las acciones de toda la humanidad afectan el bienestar del planeta que habitamos.
Pero la mera posesión de una amplia base de conocimientos no es suficiente. La educación en su mejor momento es humanizante. Para tener este efecto, la persona educada debe lidiar con grandes preguntas, ideas y textos. Las mejores mentes de la historia han explorado una serie de preguntas fascinantes, entre ellas: ¿Cómo funciona la naturaleza? ¿Cuál es la estructura del mundo físico? ¿De dónde venimos? ¿Cómo deberíamos vivir? ¿Cómo deben operar los gobiernos? ¿Cómo debe estructurarse la sociedad? ¿Cuál es la naturaleza del amor? ¿De justicia? Una característica única de la especie humana es su capacidad para reflexionar activamente sobre estas preguntas y sobre las formas en que han sido respondidas por generaciones de científicos, poetas, historiadores, filósofos y otros pensadores de diferentes épocas, tradiciones y culturas. Tal actividad tiene un efecto dignificador y ennoblecedor. Aunque no es exclusivo de una educación del siglo XXI, es un componente indispensable.
Otra característica atemporal pero indispensable de una educación del siglo XXI es un amor genuino por el aprendizaje. Una persona educada cree que el conocimiento y el aprendizaje son buenos y vale la pena perseguirlos. También desea cultivar, informar y expandir su mente. Experimenta regularmente lo que el filósofo educativo Israel Scheffler llama «pasiones racionales» o «emociones cognitivas», como un «amor a la verdad», una «preocupación por la precisión» sentida y la «alegría de la verificación y la sorpresa» (1991: Cap. 1). Este amor por el aprendizaje es el fuego que enciende y sostiene todas sus otras actividades intelectuales.
Una persona educada en el siglo XXI también es un estudiante proactivo y auto motivado. Esta persona no solo desea el conocimiento, sino que también lo busca activamente. Ella asume la responsabilidad de 1 10 her su educación. Lee amplia y regularmente. Cuando se encuentra con un obstáculo para la comprensión, no lo ignora ni se rinde. Más bien, toma medidas inteligentes para superar el obstáculo y continuar profundizando en sus conocimientos. Es intelectualmente tenaz.
Finalmente, una persona educada en el siglo XXI sabe cómo pensar. Esta es una habilidad especialmente importante en el mundo de hoy:
En primer lugar, con la proliferación de la tecnología de la información, nos bombardean con información durante todo el día, algunas de las cuales son buenas y precisas, otras no. Por lo tanto, para ser una persona verdaderamente educada hoy en día, uno debe discriminar intelectualmente. Uno debe ser capaz de identificar una fuente confiable de una fuente no confiable, de hacer preguntas pertinentes e incisivas, y de exigir y evaluar razones y pruebas.
En segundo lugar, la economía actual está impulsada por la tecnología y cambia rápidamente. Como otros han señalado (Kalantzis y Cope 2005: 33; Smith 2012), muchas de las habilidades y conocimientos orientados a la profesión que aprenden los estudiantes de secundaria y preparatoria en la actualidad serán obsoletos para cuando estos estudiantes ingresen a la fuerza laboral. En consecuencia, es crucial que las escuelas de hoy en día proporcionen a los estudiantes una gama de» habilidades interpersonales», que incluyen» la capacidad de usar el conocimiento, los hechos y los datos para resolver eficazmente los problemas en el lugar de trabajo » (Departamento de EE. de Trabajo, www.dol.gov/odep/pubs/fact/softskills.htm Estas son algunas de las habilidades y habilidades de un pensador excelente y crítico.
En tercer lugar, hoy más que nunca, la salud y la seguridad de la democracia en todo el mundo requieren, como ha dicho Martha Nussbaum, que todos los ciudadanos posean la capacidad de «pensar por sí mismos, criticar la tradición y comprender el significado del sufrimiento y los logros de otra persona» (2010: 2; 93). Corresponde a la empresa de educación velar por que esa capacidad se fomente ampliamente en las escuelas nacionales y en el extranjero.